Liderazgo incompleto
Por donde sea que va, la presidenta Dina Boluarte se encuentra con el problema de que al final de cada día su liderazgo sigue siendo incompleto.
Lo es más visible y preocupante en su “guerra” contra la criminalidad.
Como mandataria respetuosa de la Constitución, Boluarte asiste puntualmente a las citaciones de la fiscal de la Nación para responder por las investigaciones penales que la comprometen. Inclusive su vivienda ha sido allanada una vez, abrupta y violentamente. Pero como si en verdad ignorara su condición de jefa del Estado, se siente corta e incapaz de convocar a su despacho a la fiscal de la Nación y a la presidenta del Poder Judicial para ver con ellas la manera de impedir que los criminales detenidos en flagrancia por la Policía Nacional no sean liberados por fiscales y jueces.
No es que Boluarte tenga que inmiscuirse en las competencias jurisdiccionales de ambos organismos. Se trata simplemente de involucrar a sus titulares, cara a cara con ella, en una elevada responsabilidad de Estado, como tendría que hacerlo también con el presidente del Congreso.
Si las familias de las víctimas de tantos asesinatos dan valientemente la cara a la tragedia de cada día, por qué los altos dignatarios del Congreso, la fiscalía y el Poder Judicial no tendrían igualmente que dar la cara a la misma tragedia, haciendo causa común con la presidenta de la República, dentro, por ejemplo, de un Consejo de Estado o del propio cuarto de guerra de Palacio de Gobierno, donde todos ellos pueden alternar, además, con el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.
La guerra contra la criminalidad no la vamos a ganar en medio de disputas entre poderes y de pleitos por estas o aquellas estadísticas de sanción o liberación. La podremos ganar solo con un liderazgo de Estado suficientemente fuerte y bien articulado, en el que sobren los discursos y abunden las decisiones y operaciones efectivas contra las bandas criminales.
En un estado de emergencia como el actual o en cualquier otra situación las Fuerzas Armadas y policiales no tienen que estar ni por encima ni por debajo de la sociedad. Tienen que estar en y con la sociedad. Lo mismo pasa con los poderes del Estado. Tienen que estar en y con la sociedad. El horroroso escalamiento del crimen organizado se parece cada vez más a la conmoción que la sociedad vivió durante el terrorismo. El Estado, por lo tanto, no puede ofrecerle a esta sociedad violentamente golpeada por las extorsiones y asesinatos el triste espectáculo de descoordinación y desarticulación entre sus máximos poderes e instituciones.
Es hora de que la presidenta Boluarte asuma su liderazgo completo, desde la jefatura de Gobierno hasta la encarnación de la nación, desde la comandancia suprema de las fuerzas armadas y policiales hasta la jefatura del Estado.
Bien por el cuarto de guerra, señora presidenta. Pero su liderazgo no es completo si no asume, de verdad y resueltamente, la jefatura del Estado, de la que tanto e inexplicablemente rehúye.